dissabte, 10 de setembre del 2011

Cómo ser un hombre de bien. De boda


Las bodas dan asco.
Es importante partir de algún sitio. El nuestro es sencillo: las bodas dan puto asco. Da asco la ceremonia, la ñoñería, los trajes de Zara, los vinos reguleros y el cóctel de gambas. Eso en las bodas cutres. Pero es que las otras también dan asco, las del “Sí, quiero” en Los Jerónimos y el banquete fetén en El Casino de Paco Roncero. Ingeniería floral, tocados imposibles y lugares comunes: cháchara, cogorza y Waka-Waka con la solterona de turno.
No obstante, un hombre de bien lo es porque está cuando tiene que estar y porque sabes -porque lo sabes- que puedes contar con él. Siempre. Incluso en una boda.
· Miente como un cabrón.
Porque todas las bodas son iguales. Y todas las novias -también esas que decían no creer en el matrimonio y menos en la Santa Fe- creen que su boda será especial. Su boda será diferente porque el ramo es de tulipanes o la banda de música es un cuarteto de jazz. Hay que joderse. Querida: dos novios, invitados, paripé, banquete y baile. Esa es tu boda.
No obstante, tú mentirás: “Laura, estás guapísima” y “Es sin duda la boda más especial a la que he asistido nunca” serán tus frases de llegada y despedida.
· Etiqueta, cojones.
Sólo una norma. Ineludible. Necesaria: nunca, jamás, bajo ningún concepto o excusa prescindirás de la americana. Ni con cuarenta grados en Sevilla ni con la profesora de danza del vientre de tu madre pidiéndote tracatrá en la pista de baile. Jamás.
· Regalos y agradecimientos, las cosas claras.
1. Es de recibo escribir una nota de agradecimiento cuando nos invitan a una boda. Has sido invitado, y por eso has de agradecerlo: la gratitud muda no es gratitud. Papel y tinta, solo faltaba.
2. La nota de agradecimiento ha de ir acompañada de flores. Y es que ellas, qué les voy a contar, a veces son las únicas palabras que entienden.
3. No hay por qué ir a una boda. Hay que aprender a decir no.
4. Solo hay dos clases de personas en el mundo. Las que de verdad te importan y el resto. En cuanto a las primeras, no hay excusas: has de ir  o , te dejas la pasta en el regalo y sí, regalas igualmente en el caso de que sea imposible acudir a la ceremonia.
5. Si vas, vas. Porque si la idea es cumplir con el expediente y picar espuelas a la primera de cambio, mejor quédate en casa. Entiendo que quieres hacerlos felices. Pues bien, lo serán -de verdad- si ven cómo pides un gin-tonic más y gritas hasta morir eso de “Silencioooo, tan grande, tan vacío y tan muerrrrrtoooo…
· Protocolo, o sea.
Hay que ser puntual. Llegar dos horas antes es tocar los cojones y media hora después dar la nota.
En cuanto al adiós, no importan las copas de más ni lo nuevo mejor amigo que sea usted del cuñado de la novia. Ohhhh, tíooooo. No sea de los que se arrastra en la barra, por Dios. Uno puede permitirse muchas cosas, pero jamás ser un plasta. Puedes ser un cerdo, un moñas o un cobarde, pero no un plasta. Un plasta es lo último. Tengan en cuenta que los invitados, como el pescado, apestan al tercer día.

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