El artículo escrito por Miguel Mora que El País publicó y rápidamente borró.
La corresponsalía en Francia tiene dos territorios anexos, como pasa con el Vaticano y San Marino en Italia: Andorra y Montecarlo. Estos cuatro minipaíses tienen una característica común: son paraísos fiscales, o al menos lo han sido durante largo tiempo. Pero Andorra y el Vaticano tienen mucho más en común de lo que parece. Por ejemplo, los dos son Estados confesionales, y sin fisco: sus ciudadanos son beatos y caritativos, pero no pagan impuestos, y el Estado a cambio promete ocuparse de ellos si la cosa va mal.
Si el papa es el rey del Vaticano y el co-rey de Vaticalia (con el presidente de la República italiana), el Obispo de la Seu de Urgell es el copríncipe de Andorra, a medias con el muy laico presidente de la República francesa, lo que complica un poco la melé. Pero el sello del Bisbe, que así le llaman los 77.000 andorranos censados (de ellos, casi la mitad son extranjeros o residentes bancarios), se nota mucho más fuertemente que el de Le Prèsident: en Andorra está prohibida la prostitución -tolerada en la Seu- y los casinos de azar, y aunque el Bisbe ha transigido ahora con la apertura de dos sex-shops, la casi única calle de Andorra la Vieja es una sucesión de bancos (Mora Bank, And Bank...) y de centros comerciales y tiendas de electrónica, tabaco y perfumes (Julia, sobre todo, un imperio con 21 establecimientos edificado por la señora Bonet).
Andorra es, en resumen, una pesadilla evasora y consumista tan obscena como la profusión de tiendas de recuerdos papales y sucursales del IOR que dominan la Via della Conciliazione, la arteria principal del paisito vaticaliano.
Paseando el otro día por esa limpísima, fascistoide e interminable calle peatonal andorrana que pertenece a una sola familia -al parecer en Andorra todo pertenece a cinco o seis familias de banqueros, contrabandistas de tabaco y / o vendedores de cachivaches y perfumes-, se me ocurrió la peregrina ocurrencia de pensar si no estarán España y Cataluña precipitándose, ahora que una parece que quiere ser un Estat soberano y la otra no quiere que lo sea, hacia este bonito modelo andorrano de sociedad con clases.
La verdad es que todo serían ventajas: en Andorra campan a sus anchas los turistas rusos y hay agencias especializadas en organizar excursiones para bajar a ver los partidos al Camp Nou; está rigurosamente prohibido pedir limosna y dormir en la calle para que no vengan los gitanos rumanos; los inmigrantes son explotados a conciencia y muchos son pagados en negro, aunque abonan un 5,5% de seguridad social pese a que no existe el Estado de Bienestar ni la protección de desempleo y hay copago sanitario; tenemos un partido de Gobierno único sin oposición que es centrista, demócrata, católico y de derechas sin complejos de toda la vida, como CiU y el PP; los empresarios pueden ingresar el dinero que ganan en bancos y cajas fiscalmente opacos y dominan el Estado sin la menor hipocresía gracias a la Constitución clerical redactada en los años noventa por las cinco o seis familias de banqueros, perfumeros y contrabandistas al mando de todas las operaciones.
Y, por si fuera poco, el país no tiene moneda propia pero acepta euros y rublos sin pestañear; no pertenece a la Unión Europea ni falta que le hace, y un Obispo con barretina aficionado a expoliar el arte sacro de Aragón copreside la jefatura del Estat, gracias a una Constitución que garantiza a la Iglesia Católica Romana "el ejercicio libre y público de sus actividades y el mantenimiento de las relaciones de colaboración especial con el Estado, de acuerdo con la tradición andorrana".
La cosa parece difícil de imitar, pero en peores garitas hemos hecho guardia, y la tentación pequeñista, ultranacionalista y catolicaza se sabe dónde empieza pero no dónde acaba.
En todo caso, como reto intelectual sería estimulante: ¿Aceptaría la Iglesia catalana la secesión si le dieran un buen cargo estatal al Bisbe de BCN? ¿Favorecerían las cinco o seis familias que cuentan en España y en Catalunya la implantación de este quasi perfecto modelo posfascista? ¿Cómo verían ERC y la intelligentsia progre culé y merengue darse constitucionalmente al capitalismo salvaje? ¿Aceptaría Francia tener otros vecinos así? ¿Acabarían los muy honrados y solidarios banqueros catalanes e hispanos dedicados a fomentar la evasión a gran escala y la abolición de la mendicidad y de las putas?
María Solá, una joven andorrana muy lista y muy crítica con su pequeño país -"somos muy superficiales y frívolos, nos gustan mucho los coches caros y la ropa de marca, y hacemos como que la crisis no ha llegado aquí"-, trabaja en la catedral de cristal -mezcla de parque temático, spa de lujo y decorado de Star Trek- edificada por un ampuloso arquitecto francés donde se encuentra el popular balneario Caldea y el muy selectivo centro de masajes Inuú.
Esta idea visionaria de las cinco o seis familias andorranas, que se erigió en los años noventa, sigue siendo hoy uno de los grandes reclamos de Andorra: agua termal entre montañas nevadas, jacuzzis al aire libre, oxígeno a raudales, y fuera de eso hay alcohol y colonia baratos, compras compulsivas, estaciones y pistas de esquí, neoliberalismo clerical de Estado, y muchos turistas rusos de perfil medio, que al parecer no disponen de suficiente polvo blanco y de bancos negros en su país.
A falta de Eurovegas, he ahí un proyecto de futuro para la España eterna que se desangra y la Catalunya incomprendida. Marca Andorra.